Traduções · Junho 18, 2021

A colheita, de José Iniesta

Porque recolhemos a colheita
nestas terras pobres ao sol,
e apertamos agora nas nossas mãos
o grão dos dias,
o frágil crescimento
sonho germinando
em tudo quanto fomos,
do amor prisioneiro na sua cobertura;

porque descobrimos nos terrenos vãos
baldios e olvidados
a duradoura espiga,
o pagamento que fica da perda,
o alimento escasso e o mais puro;

porque todo o ganho está na farinha
peneirada do viver
negando tanta morte,
e é tudo no nosso forno, afinal de contas,
a miserável moagem dando forma
ao pão da perplexidade;

por tudo isto, sim, frente ao vazio
pressentimos um tudo arrebatado
que às vezes nos é dado
ao lado do amor,
e na roda aceitamos dos dias
o pólen da vida nos desertos,
a fértil solidão do nosso instante.
E assim, no final nos sabemos no caminho
o hóspede que com o amparo dos céus
compreende a sua caminhada na quietude,
um homem que percebe a matéria
estranha no estreito
sem outra luz nem guia
do que o coração.

Por isso é do silêncio o nosso canto,
e no todo escutamos da noite
a cega pulsação
prisioneira no sangue,
a lembrança do golpe e da fratura,
a chuva inesperada nos infernos,
os trigos abundantes de sede
semeados nos sulcos
do amor e os anos.


La cosecha

Porque hemos recogido la cosecha
en estas tierras pobres bajo el sol,
y apretamos ahora en nuestras manos
el grano de los días,
el frágil crecimiento
del sueño germinando
en todo cuanto fuimos,
del amor prisionero en su envoltura;

porque hemos descubierto en los eriales
baldíos y olvidados
la duradera espiga,
el pago que nos resta del perder,
el alimento escaso y el más puro;

porque toda ganancia está en la harina
cernida del vivir
negando tanta muerte,
y es todo en nuestro horno, al fin y al cabo,
la mísera molienda dando forma
al pan del desconcierto;

por todo ello, sí, frente al vacío
presentimos un todo arrebatado
que a veces se nos da
al lado del amor,
y en la rueda aceptamos de los días
el polen de la vida en los desiertos,
la fértil soledad de nuestro instante.
Y así, al fin nos sabemos en la ruta
el huésped que al amparo de los cielos
comprende su andadura en la quietud,
un hombre que se sabe la materia
extraña en el estrecho
sin otra luz ni guía
que la del corazón.

Por eso es del silencio nuestro canto,
y en el todo escrutamos de la noche
la ciega pulsación
prisionera en la sangre,
el recuerdo del golpe y la fractura,
la lluvia inesperada en los infiernos,
los trigos abundantes de la sed
sembrados en los surcos
del amor y los años.

José Iniesta 
Tradução: Maria de los Ángeles Ludeña Martín