Traduções · Outubro 19, 2021

Epílogo, de Baldo Ramos

deambulamos pelos caminhos que nos ligaram à névoa.
Escrevemos contra o tempo e a intempérie.
Aceitar a condenação não nos torna culpados.
Nem cúmplices nem inocentes.
Aceitar a condenação torna-nos réus
da esperança do contrabandista.
Habitamos a fronteira como quem vai para um exílio.
A névoa cobre o teu olhar
e o silêncio dos avós.

no interior da manhã
o sol refaz o caminho da ascensão.

Na tua procura
o lobo percorre os anéis duma luz reescrita
com palavras vorazes e atalhos entre salgueiros.

Para trás
o tempo é uma rua de direção única.

Para a frente,
um traçado de via dupla
pelo qual só voltam aqueles que nunca foram.

Não me lembro onde ficava a aldeia dos meus antepassados,
disseste-me com lágrimas nos olhos.

O esquecimento diluiu-a no olhar dos que se foram
certamente ainda está à nossa espera
na moral de alguma fábula sem fim.

Procurei-a para saber sobre mim e não estava lá.

Esquecer-se de um.
Apagar os caminhos.

Então a aldeia apareceu ao pé da árvore da memória.

Onde a manhã tem boca de lobo
que desce pelos tímpanos de luz

até encontrar os teus passos perdidos.

no mês em que morrem os bois *,
a luz do meio-dia busca a vertical
dos olhos resignados.

Sulcos do tempo traído.

Batimento (cardíaco) em banho-maria.

Devagar.

O olhar perdido.

Aram as palavras essa fenda.

Cavam na velhice a semente do canto da poupa

escrevo para poder ouvi-lo no futuro.

Baixo.

Onde a palavra não respira.

Onde é canto ou memória.

Onde o olhar dos avós sabe esperar.

* Janeiro, Segundo Hesíodo.

um corvo vigia aos pés da cama.

Abres os olhos para te sentires bem-vinda.

Uma luz verde intermitente sobe as escadas da manhã.

Sentes-te sozinha.

Silenciada por mãos que tapam as gargantas
da linguagem que te possui.

Alguém abre as janelas.

Quem desenhou nas paredes
as linhas que adensam o ar deste quarto
certamente intuiu que com o passar dos anos
não evitaria o esquecimento.

Não saberias dizer quem, nem por que razão,
mas há alguém que acerta a hora de cada entardecer
no velho relógio de madeira de cedro.
Escutas vozes desconhecidas
como remoinhos de vento no interior da chaminé
e os últimos toques do sino de uma hora terminal.

Olhos de mel e ruda diluem a primeira luz.

As definitivas palavras deste poema
confirmam que o destino é sempre
uma leitura adiada de um final previsível.

Que Março é o mês em que é inútil ordenar afectos
e acatar vontades.

Nasceste para me dar vida.

Desconfiado e cansado
o corvo levanta voo.


desandamos los caminos que nos ataron a la niebla.

Escribimos contra el tempo y la intemperie.

Acatar la condena no nos hace culpables.

Tampoco cómplices ni inocentes.

Acatar la condena nos hace reos
de la esperanza del estraperlista.

Habitamos la frontera como quien asume un exilio.

La niebla vela tu mirada
y el silencio de los abuelos.

en el interior de la mañana
el sol desanda el camino de ascenso.

En tu búsqueda
el lobo recorre los anillos de una luz reescrita
con palabras voraces y atajos entre sauces.

Hacia atrás
el tiempo es una senda de dirección única.
Hacia delante,
un trazado de doble vía
por el que solo vuelven los que nunca fueron.

No recuerdo en dónde estaba la aldea de mis antepasados,
me habías dicho con lágrimas en los ojos.

El olvido la diluyó en la mirada de los que se fueron
y seguramente todavía siga esperando por nosotros
en la moraleja de alguna fábula sin final.

La busqué para saber de mí y no estaba.

Olvidarse de uno.

Borrar los caminos.

Entonces la aldea apareció al pie del árbol de la memoria.

Donde la mañana tiene boca de lobo
que baja por los tímpanos de la luz

hasta dar con tus pasos perdidos.

en el mes en el que mueren los bueyes*,
la luz del mediodía busca la vertical
de los ojos resignados.
Surcos de tiempo traicionado.

Latido a baño de María.

Lento.

La mirada perdida.

Aran las palabras esa grieta.

Escarban en la vejez la semilla del canto de la abubilla.

Escribo para poder escucharlo en el futuro.

Abajo.

Donde la palabra no respira.

Donde es canto o memoria.

Donde la mirada de los abuelos saben esperar.

* Enero, según Hesíodo.

un cuervo vigila a los pies de la cama.

Abres los ojos para sentirte acogida.

Una luz verde e intermitente sube las escaleras de la mañana.

Te sientes sola.

Silenciada por manos que taponan las gargantas
del lenguaje que te posee.

Alguien abre las ventanas.

El que dibujó en las paredes
las líneas que tensan el aire de este cuarto
seguramente intuyó que el paso de los años
no evitaría el olvido.

No sabrías decir quién ni por qué razón,
pero hay alguien que pone en hora cada atardecer
el viejo reloj de madera de cedro.

Escuchas voces desconocidas
como remolinos de viento en el interior de la chimenea
y las últimas campanadas de una hora terminal.

Unos ojos de miel y ruda diluyen la primera luz.

Las definitivas palabras de este poema
confirman que el destino siempre es
una lectura aplazada de un final previsible.

Que marzo es el mes en el que es inútil ordenar afectos
y acatar voluntades.

Naciste para darme vida.

Desconfiado y cansado
el cuervo levanta su vuelo.

Baldo Ramos
Tradução de Maria de los Ángeles Ludeña Martín